27 de noviembre de 2010

Muy pocas personas, demasiada gente.


Y que solo y que vacío puedes llegar a sentirte en tan sólo un momento. Es sencillo, todo se plantea de repente. Estás cansado, triste, apático, deprimido, solo, sin saber que hacer, sin saber que decir, apagado, agotado de toda la situación que te rodea. En resumen, y sin más dilación, estás harto. Tienes un sinfín de problemas sin resolver, cuya solución parece que no llega jamás. Hace tiempo que no duermes, que no pagas la luz, que el agua del grifo empieza a coger un tono amarillento, que no comes nada sólido desde hace días, que tus amigos te hacen el vacío, que tienes a tu madre en el hospital, que tu padre lleva años sin dirigirte la palabra, o mismo que un perro te ha desgarrado la pierna a mordiscos cuando venías a casa. Tú y tus miles de incógnitas. No sabes que hacer y recurres a alguien que te ayude a salir de esa situación y, por arte de magia, nace ese enunciado encantador que no te alivia, no te consuela, simplemente te irrita, te consume, te hastía. Y tú, fingiendo un interés que no tienes o una cara de lástima que ya traías de casa, escuchas la flamante frase de ‘Puf. Si yo te contara…’
  
No hay nada que hacer. Sólo te toca asentir, hacer que comprendes y sobre todo, aguantar con paciencia. 

Y ya lo dijo Fito en su famosa canción 'Corazón oxidado'.
  
Muy pocas personas, demasiada gente.  
 

3 comentarios:

Noelia dijo...

Puf, relatado un día horrible de verdad.

Unknown dijo...

Jajaja, y qué lo digas. :)

Sabela Eiriz dijo...

Siempre lo dije... Odio a la gente, casi soy misántropa de nacimiento, pero... me gustan las personas y sus imperfecciones, y sus miedos... ;)