1 de febrero de 2010

Obra de arte.



Y en aquella estancia, los dos se quedaron en silencio, rotos de miedo, de no poder respirar, de no poder saber, de no poder confesarse el uno al otro. Pensando en qué decir, qué hacer, cómo expresarlo, cómo manifestarlo de tal modo que sonara como si fuera una estúpida película dramática, donde las personas se cogen de las manos, sin aliento, esperando el beso final.

Pero no era una película. No había un guión detrás. No había un montador de videos, la cámara no encuadraba sus rostros, la noche era noche, y no un foco preparado; y la lluvia no era una ridícula manguera que imitaba el efecto meteorólogico. Sólo estaban ellos. Y a veces da incluso menos miedo situarse ante miles de personas y confesar algo que realmente no piensas, que situarse ante una sóla y hablar cómo si tu corazón dictara cada sentimiento y sensación.
 
Ella no podía más. Él casi vomitaba las palabras, pero tenía la impresión de que no diría nada coherente. ¿Por qué se sentían tan ridiculamente estúpidos? Ni ellos mismos lo sabían.
 
- Ehm.
 
Había salido de su boca. Un sonido. Increíble. Tantos años de evolución para llegar a justo aquel instante que llevaba esperando casi toda una vida y no se atrevía a decir nada más. Absolutamente nada. Ante su sorpresa, ella se rió y él no pudo evitar sonreír con ella, sonreír ante la situación.
  
- Esto es una mierda.
- Y qué lo digas.

  
Ella sintió confianza. Por primera vez, sintió que podía continuar. Que podía no tener miedo. Respiró hondo e hizo que sus manos dejaran de sudar ante sus prematuros nervios. Su instinto deseaba hablar y ella no podía hacer otra cosa que darle paso e, inmediatamente, se puso frente a él y se centró sólo en ver sus ojos.
 
- Tú no tienes cinco sonrisas.
- ¿Cómo?
- Sé que esa frase no es mía y que soy por tanto una plagiadora de una película de amor en la que chico conoce a chica, chico se enamora, chica sólo se da cuenta de que está enamorada de él hasta el final y son felices. Llegado el momento cumbre de la película, ella le dice que tiene cinco sonrisas. Una cuando él piensa que alguien es idiota, otra cuando es muy idiota, otra cuando se arregla y se pone guapo, otra cuando canta a Barry White y otra... Cuando la ve a ella. -Cogió aire-. Pero tú no eres así. Tú no tienes cinco sonrisas. Tú tienes una que lo engloba todo. Eres capaz de sonreír aunque no quieras, eres capaz de curar con la sonrisa. Si tú sonríes, el resto sonríe porque les gusta tú felicidad. Tus ojos se iluminan y recuerdas a un niño cuando ve algo que quiere o ansía. Tú, eres tan único, y tan valioso e imprescindible, como ese cuadro principal en un museo de Arte. Él que todo el mundo paga por ver, el irrepetible. Eres como la Gioconda en el museo del Louvre. Nadie puede salir de allí sin situarse enfrente de la obra de Leonardo Da Vinci y admirarla. Tú eres mi Gioconda. Y yo soy tu museo. Cualquiera querría tenerte en su propia colección, pero yo, y sólo yo, tengo la suerte de tenerte conmigo.

 
No dejó que terminara del todo. Si quedaba todavía algún ápice de monólogo en su interior, ya se había disipado. Dejaron que la pasión invadiera sus cuerpos, besándose como si no hubiera un mañana y pensando en tan sólo una única cosa. Que fácil es tocar el cielo durante una milésima de segundo.
 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Albus, cómo me emocionas!
Sólo te puedo decir... Si tú sonríes, el resto sonríe porque les gusta tú felicidad. :_)

B dijo...

Ay, Alba, qué don de escritura más grande que tienes. Con qué hermosura reflejas sentimientos... (L). Buah, es que no hay palabras.

Gracias por ser una de mis obras de arte!