- Buenos días, le atiende Concepción María de los Dolores Pilar Fernández de los de Alcafrán de Florencia García.
- ¿Conchi para los amigos, no?
Y sin saberlo, me fui a meter yo en un lío, que ni quiero, ni tengo tiempo, ni me lo cubre la Seguridad Social.
- ¿Conchi para los amigos, no?
Y sin saberlo, me fui a meter yo en un lío, que ni quiero, ni tengo tiempo, ni me lo cubre la Seguridad Social.
Sé que la mayoría de vosotros ya os habréis dado cuenta del tema que aquí nos concierne, pero para los menos avispados, lo corroboraré: Sí, exacto, el servicio de Atención al Cliente. (De cualquier compañía que me son todos iguales de madre y padre, véanse: Robafone, Robange, Robistar, etc)
Digamos que este es un tema simple que todos nos venimos planteando desde hace tiempo, pero que nadie se ha molestado en expresarlo en voz alta. ¿Por qué? ¿Qué necesidad hay de que las compañías telefónicas tengan a uno de sus clientes sufriendo los cinco, diez o medio millón de años que dure la llamada? Sin ir más lejos, esta tarde, después de que me ignorasen a gran escala en la tienda de mi correspondiente compañía, ingenua de mí, pensé: ‘Quizás me lo expliquen antes y más rapido si llamo a Atención al cliente.’ Tonta, tonta y tonta, que ya me lo decía mi madre: ‘¿Para qué tocas? No toques’
El procedimiento parece sencillo. Marcas el número, suena una agradable voz deseándote la bienvenida al mundo de la gominola, mientras te embaucan con una suave melodía de fondo. Pero no son más que mentiras, porque inmediatamente te pasan con tu peor enemigo: El robot. Comprendo que con la inmensa cantidad de llamadas que reciben al día, no puedan tener a un operador respondiendo al instante a cada cliente que se les presente con miles de dudas. Lo entiendo perfectamente. Pero al que no entiendo es al robot, o más bien, es él, el que no me entiende A MÍ. ¡Un sonotone para el pobre muchacho, por dios!
- ¿Qué desea hacer? ¿Tarifas? ¿Consulta de saldo? ¿Programa de puntos? ¿Hablar con un operador?
- Hablar con un operador.
- Perdone, pero no le he entendido. ¿Ha seleccionado programa de puntos?
- No. Hablar con un OPERADOR.
- Perdone (Ruido de máquina averiándose), pero no le he entendido. ¿Ha seleccionado consulta de saldo?
- No. Hablar con un JODIDO OPERADOR.
- Perdone, pero no lo he entendido. Le paso con un operador para mayor entendimiento. Gracias.
- ...
Durante este proceso, en donde la vena de tu cuello comienza a hincharse, notas que la gente por la calle (Porque inevitablemente, no sé como ni por qué, haces este tipo de consultas andando por la calle o rodeado de un gran número de personas) se va alejando de ti creyendo quizás, que eres alguna clase de enfermo mental salido de un manicomio que habla solo y es peligroso. Lo típico. Pero, realmente, da igual, porque tu felicidad por dejar al maldito robot supera todas tus expectativas y te sientes contento por hablar con alguien de carne y hueso, que te va a responder de forma normal. Pero no. Ingenuo, que eres un ingenuo. Llega lo peor de lo peor. El infierno. El Apocalipsis. La tercera parte de Matrix. Sí, el susodicho operador.
Lo más importante, y es un consejo por si no os habéis enfrentado a este altercado, es que, si os cuelga, intentad no perder los nervios. Porque lo hará. Y tendrá el valor de hacerlo no una, sino dos, tres y hasta cuatro veces. Pero imaginemos que no. Que todo es perfecto y no te cuelga. Entonces se produce un momento que no logro entender aun ahora. Formulas tu pregunta, que no tiene nada que ver con que seas cliente de esa compañía, simplemente es una consulta. Pero para ellos NADA es sólo una consulta. Así que para poder responderte adecuadamente, te hacen una serie de preguntas. Y quien dice serie, dice los siete tomos de Harry Potter.
- ¿Nombre completo? ¿DNI? ¿Código postal? ¿Entidad bancaria en la que tiene domiciliadas las facturas? ¿Día de facturación? ¿Nombre del padre? ¿Libro de familia? ¿Película favorita? ¿Personaje favorito del Señor de los Anillos? ¿Spaguettis o macarrones? ¿Tres cosas que se llevaría a una isla desierta?
Vamos a ver, corazón. Que te voy a preguntar una tontería del Whatsapp. ¿Para qué quieres saber tanto? ¿Para qué? Nada de lo que suceda o respondas en ese intervalo de preguntas interminables, tiene sentido. Y, entonces, con la poca fuerza que queda en tu interior, vuelves a formular tu pregunta. En vano, obviamente. Porque no la sabrán y responderán a tus súplicas, diciendo: ‘Esa información no está en nuestro poder. Le paso con un superior’ Musiquilla. Musiquilla. Musiquilla. Y justo en ese instante, para tí, aquella canción de Sabina sobre las horas, comienza a tener un significado más profundo.
Pero, de repente... ¡Por fin! Te responden, ofreciéndote como añadido trescientas cincuenta tarifas, pero, ¡qué más dará! ¡Te han respondido! El mundo te sonríe. Todo vuelve a tener color y la vida tiene un nuevo significado. Y en tu halo de felicidad escuchas de fondo...
- Muchas gracias, doña Alba. Ahora le haremos un test para evaluar la capacidad de nuestros servicios...
Y tú, creyéndote más malo que Jack Nicholson en ‘El resplandor’, colgarás disimuládamente y tu vida jamás será la misma, porque ya serás un superviviente.